lunes, 26 de octubre de 2020

JUVENTUD, DIVINO TESORO

 

Después de la liberación mental que supuso el verano y el buen tiempo, la vuelta a la escuela en septiembre sembró el pánico entre la población y, he de reconocerlo, yo misma no me libré de ese sentimiento. Después de casi un año sin pisar las clases y con un bebé de seis meses en casa, trabajar en plena pandemia se me hacía un mundo.

Mucho se ha hablado del comportamiento irresponsable de los adolescentes ante el coronavirus, y por eso, el retorno a las aulas parecía que iba a ser la causa de todos los males. Y reconozcámoslo, estamos mal, los datos así nos lo indican. Los casos positivos se acumulan y la Sanidad Pública está de nuevo al borde del colapso. En mi colegio han confinado una clase esta semana. Había un positivo y han tenido que irse todos a casa a esperar (y esperar, y esperar…) la PCR dichosa. Pero ¿es el retorno a las aulas la causa de este repunte? Yo lo dudo mucho, en la mayoría de aulas confinadas hay un positivo que se ha contagiado en el entorno familiar, y los demás vuelven a clase después del resultado negativo de la prueba y el período establecido de confinamiento. Habría que ver cómo se ha contagiado ese familiar.

Evidentemente, el comportamiento de los adolescentes no es perfecto. Pero ¿qué harías vosotros a su edad si os dijeran que no podéis quedar con vuestros amigos, ni tocarlos, ni besaros con ese chico o esa chica que tanto os gusta? Se ha acabado el cine, el botellón, la discoteca, los “rollos”, las fiestas de pijama... Les estamos pidiendo mucho y ellos están dando todo lo que pueden. 

 

Adolescentes con mascarillas. Foto de La Vanguardia (https://www.lavanguardia.com/vivo/mamas-y-papas/20200712/482231466456/adolescentes-verano-coronavirus.html)

 

En la escuela los profesores debemos ir recordando cada día que estamos en una situación complicada y que ellos tienen una gran responsabilidad. A veces nos enfadamos y les gritamos y ellos asienten sin rechistar y, la mayoría, lo comprenden y tratan de adaptarse. ¿Y los adultos qué hacen? Los adultos se quejan, protestan, amenazan y se saltan con frecuencia las indicaciones de los expertos. Mascarillas por debajo de la nariz, manos en la verdura y la fruta del mercado, reuniones de amigos y familiares, y fines de semana en la segunda residencia.

Yo no soy epidemióloga, no es cosa mía decidir qué medidas son justas y qué medidas no lo son. No entiendo nada de lo que nos está pasando, me molesta, me cabrea y me entristece. A los que sí empiezo a conocer son a los adolescentes, con sus luces y con sus sombras, y en estos días he de decir que les daría un aplauso. Lamentablemente, no solo no lo van a recibir sino que seguiremos culpándolos de todo desde la terraza del bar del pueblo al que hemos ido a pasar el fin de semana con unos amigos, sin mascarilla, sin distancia y sin demasiada conciencia.

Clara Castrillo

La Guerrilla Comunicacional

 

viernes, 9 de octubre de 2020

GRANADA, EL REINO DE OSHUN

 

Si, como dice la religión Yoruba procedente de Africa y muy arraigada en Cuba, Oshun es la diosa del amor y de las aguas (ríos, fuentes y lagos), la provincia de Granada es su reino.

Granada es como una inmensa esponja que absorve el agua y que luego se exprime vertiéndola por cada uno de sus poros. Así brotan de sus montañas ríos, manantiales y aguas termales que nos hablan de sus orígenes volcánicos. En una época en la que cada vez es más incuestionable que el agua es un bien común, escaso e imprescindible para la vida en el planeta, se hace más evidente la riqueza natural que tiene esta tierra. Pero, lamentablemente, falta conciencia y voluntad política para preservar ese enorme potencial líquido.

Todo el mundo conoce el agua mineral de Lanjarón, el pueblo situado al pie de Sierra Nevada, en la parte occidental de la Alpujarra, a 45 kilómetros de la capital granadina y muy cerca de la costa. Lanjarón es famoso por su agua embotellada, pero también por su Balneario, cuyos orígenes se remontan a 1770. Aunque fueron los árabes los primeros en descubrir las propiedades medicinales de sus manantiales.

Pero son muchas las aguas termales y los manantiales de aguas purísimas y aptas para el consumo humano que existen en tierras granadinas.

Un buen ejemplo es la Sierra de la Alfaguara, situada a escasos kilómetros de la capital, tristemente célebre por ser el lugar donde fue asesinado Federico García Lorca y otras más de dos mil personas. Debe su nombre a los árabes que encauzaron el agua de uno de sus mayores manantiales para abastecer la Alhambra y el Albaycín: La Fuente Grande o Aynadamar (La Fuente de las Lágrimas). Alfaguara significa “manantial abundante”. Otra fuente, El Morquil, situada muy cerca de La Fuente Grande, es muy apreciada por la pureza de su agua y son muchos los granadinos que acuden hasta allí para abastecerse. Sólo en esta Sierra de la Alfaguara hay infinidad de manantiales. Además de los ya mencionados: La Fuente Fría, La Fuente Chica, El Cañaveral, La Fuente de Nívar, La Fuente de los Potros, La Fuente de las Minas, Majalijar...

 

La fuente de las lágrimas, Alfacar, Sierra de la Alfaguara

En cuanto a las aguas termales, hay más de 70 en toda la provincia. Después del Balneario de Lanjarón quizá el segundo más conocido sea el de Alhama de Granada.

Pero, sin duda, las aguas termales menos conocidas, más abondonadas y, probablemente, de las mejores de Andalucía, son las Termas de Santa Fe, el pueblo donde los Reyes “caóticos” establecieron el cerco de Granada durante la conquista (mal llamada reconquista). Santa Fe es famoso por sus exquisitos Piononos, unos dulces de inspiración árabe que se elaboran en la centeraria pastelería La Isla. Está situado a escasos kilómetros de la capital, bañado por el río Genil, en mitad de la fértil Vega de Granada, aunque lo de fértil... cada vez menos. Poco queda ya de una vega agobida por el crecimiento de las poblaciones del área metropolitana.

Los santaferinos han bautizado a las termas con el nombre de Aguas Calientes. Yo nací en este pueblo y, aunque sólo pasé allí los cinco primeros años de mi vida, recuerdo, muy vagamente, haber odído hablar a mi padre de “las madres del agua”. Supongo que se refería a las termas. Situadas en la zona denominada Dehesas de Santa Fe, entre olivares, en las afueras del pueblo, sus aguas alcanzan los 40 grados de temperatura y son ricas en calcio, magnesio y sulfatos, por lo que son beneficiosas para tratar problemas inflamatorios, reumáticos, degenerativos del aparato locomotor y afecciones en la piel. Su caudal es increíble y desemboca en una gran poza de unos 15 metros de diámetro y un metro de profundidad, que va desaguando en otras siete situadas escalonadamente.

Poceta principal de las Termas de Santa Fe

Pero la codicia y la estupidez humana no tienen límites. En el Norte de Europa, una riqueza natural de esas características, beneficiosa para la salud, estaría cuidada y puesta a disposición de los ciudadanos. Sin embargo, en 2003, en este Sur nuestro, una empresa privada de Galicia, la inmobiliaria Fadesa, compró el terreno para construir una macrourbanización privada. No quedó ahí la cosa, sino que, para impedir en acceso de los bañistas, tapó las pozas con tierra. El tiro le salió por la culata porque la Naturaleza se vengó, el agua volvió a brotar y las pozas volvieron a llenarse. Posteriormente, la quiebra de la empresa coruñesa paralizó el proyecto, afortunadamente. Pero el peligro no ha desaparecido. Los terrenos siguen en manos de bancos y especuladores que han cortado y cercado los accesos a las pozas. El grupo municipal de IU lleva años batallando para que se ponga en marcha un plan de recuperación pública de la zona. Además, se ha creado una plataforma de jóvenes que reivindica también el uso público de las termas y la Universidad de Granada lleva a cabo un proyecto de investigación sobre las características de las aguas.

Hace cinco años visité la zona por primera vez. Me había roto el menisco y quise darme un baño en aquellas aguas para comprobar si eran “tan milagrosas” como contaban. La primera impresión fue lamentable. Después de un periplo por carriles intransitables, sin señalización alguna, el panorama que encontramos en los alrededores de las pozas era desolador, lleno de basura por todas partes. El lugar se había convertido en el asentamiento de personas que viven allí en caravanas. En 2019, incluso se cometío un asesinato en medio de una reyerta entre dos hombres.

No obstante, en aquella ocasión me dí un gran baño en la poceta principal. Fue una sensación increíble. Dejé que el gran caño de agua que llena la poceta me masajeara la espalda. Salí como nueva, pero con un amargo sabor de boca, no por el azufre del agua, sino por el desperdicio de esa riqueza natural.

 

Ketty Castillo Pacheco