Por Juan Tortosa - blog.publico.es
La noche del 17 de diciembre de 1983, cuando un incendio
en la discoteca Alcalá 20 de Madrid sembró el pánico y 78 jóvenes murieron
antes de conseguir salir de la ratonera en que se convirtió el local, unos
compañeros de televisión española, la única que todavía existía en España, se
enteraron de la tragedia mientras tomaban unas copas. Sin dudarlo un instante
corrieron a Torrespaña para conseguir una cámara y poder cubrir la noticia,
pero en seguridad les dijeron que necesitaban una autorización para sacar
material profesional del edificio.
Treinta años después de aquello, lo que ocurrió este
miércoles en Santiago a la hora de informar del siniestro del tren Alvia no es
que haya sido igual: ha sido mucho peor porque hace mucho tiempo que existen
decenas de canales televisivos que el 24 de julio no sirvieron para nada. En
1983 no sabíamos lo que era un teléfono móvil y las cámaras de vídeo pesaban
una burrada además de necesitar un carrito BCN-20 para transportar la cinta
grabadora. En 2013 hay un smarthpone casi en cada bolsillo, existe el
streaming, las minicámaras, las unidades móviles que se desplazan en un plis
plás… Pues nada. Casi, casi como en Alcalá 20.
Sin interrumpir la programación habitual, un banner daba
cuenta en algunas cadenas de la tragedia que se estaba viviendo a las puertas
de Santiago de Compostela tras descarrilar un tren en el que viajaban más de
doscientas personas. A medida que transcurrían los minutos aumentaba el número
oficial de víctimas pero las televisiones ni brindaban imágenes ni informaban
en directo.
Las redes ganaban por goleada: periódicos digitales,
páginas webs, facebook … y sobre todo twitter. En facebook pude leer cómo un
periodista de tve se lamentaba de lo que ocurría en la casa para la que trabaja
con estas palabras: “En 5 minutos de twitter me he informado mejor que en 15
minutos del informativo 24 horas de Tve (tramo 22h 35m – 22h 50m)”
La televisión, todas las televisiones, las públicas y las
privadas, perdieron la batalla del 24 de julio a manos de twitter… y de la
sempiterna radio, que es el medio que nunca nos falla. Cuando apenas media hora
después del accidente escuchaba en la Ser a
Xaime López narrar in situ, emocionado y atropellado, todo lo que veía
con sus propios ojos tras haberse colado con el grupo de seguridad de una de
las autoridades gallegas, cuando escuchaba a los policías echarlo del lugar
desde donde se había convertido en la referencia informativa de media España,
me sentí orgulloso y hasta “envidioso” de ese trabajo periodístico al tiempo
que no me explicaba cómo, en pleno año 2013, la televisión en nuestro país
continúa sin ofrecer el servicio para el que se supone que está concebida
cuando llegan momentos importantes.
Había hasta cadenas extranjeras retransmitiendo, en los
time lines de las redes no se hablaba de otra cosa y hasta las ultramontanas
tedetés le acabaron mojando la oreja a las llamadas televisiones generalistas.
Especialmente sobrecogedor fue el tuit de quien contaba cómo, mientras sacaba
un cadáver del vagón, el teléfono móvil de la persona fallecida no paraba de
sonar.
Las redes hervían, la CNN y la BBC retransmitían…
mientras las televisiones españolas, todas, estaban a por uvas o sirviendo una
información nefasta, escasa, torpe y casi inútil como en el caso de tve y su
pariente pobre 24 horas. Me gustaría que el problema hubiera sido sólo la
impresentable burocracia, como ocurrió en 1983 a quienes quisieron ir a por una
cámara para cubrir la tragedia de Alcalá 20 y no se les permitió cogerla. Pero
cuando la burocracia ahoga la eficacia es porque hay alguien que lo permite, o
que por lo menos no tiene entre sus prioridades preocuparse porque esas
dificultades no existan.
¿Acaso había que controlar ahí algún plano de Rajoy? ¿No?
Pues entonces, para qué ibamos a preocuparnos ¿Había que manipular algún total
donde alguien metiera caña al gobierno? ¿Tampoco? Pues entonces tranquilos.
Mañana sería otro día.
La televisión de la propaganda ha abdicado de la apuesta
por la noticia, se ha desentendido de la información, que es el principal sentido
de su existencia. Pero no solo eso: es que en casos como el de este
miércoles-noche había números de teléfono que repetir mil veces por su
utilidad, había llamamientos urgentes que propagar para donar sangre cero
negativo, eran muchos los allegados de los presuntos afectados por el accidente
que estuvieron huérfanos de datos y a los que una televisión pública competente
podía haberles sido de muchísima utilidad… Las televisiones, el miércoles por
la noche, dejaron pasar la mejor oportunidad de ser útiles que han tenido en
mucho tiempo.
No estuvieron a la altura las televisiones públicas ni
tampoco las privadas. Claro que después de haber leído, justo 24 horas antes en
El País cómo el mandamás de Tele5 proclamaba con absoluta desvergüenza que en
los informativos de sus cadenas no hay periodistas sino comunicadores, todo se
entiende mucho mejor.
¿Informar la noche del 24, ser útiles? ¡Quita, hombre!
¿Explotar el morbo inherente al suceso a partir del día siguiente sin ningún
tipo de rubor mañana, tarde y noche? Por supuesto, todo lo que se pueda y más.
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