miércoles, 19 de abril de 2017

TENGO ALGO QUE CONTARTE (13)

Correspondencia entre dos mujeres.





La Habana, martes 18 de abril de 2017




EL FUTURO EN SUS PUPILAS



Vicentita, cuanto tiempo sin conversar contigo... Te aseguro que he extrañado nuestra correspondencia. A través de tus cartas he aprendido mucho de tu Catalunya querida, sus costumbres y en especial de su cultura y condiciones socio económicas. Me disculpo por mi largo silencio.

El pasado 4 de abril, toda Cuba amaneció más temprano que de costumbre. Alrededor de las 6:30 de la mañana me hizo saltar de la cama la conversación de varios niños que pasaban por los bajos de la ventana de mi dormitorio, quienes discutían sobre quién intervendría primero en una actuación coral que programaban presentar en la escuela. A mi vecinita de 7 años, la mama la convencía cariñosamente que el lazo que debía llevar en las trenzas era color blanco, en lugar del rojo. Así se sucedieron una tras otras las señales de que era un día especial y en efecto así fue.

Me percaté que era el 4 de abril, día de los pioneros cubanos, nominación derivada de la voluntaria membresía de los escolares de la enseñanza primaria, o sea de los niños de 6 a 11 años, en la Organización de Pioneros José Martí, fundada en igual fecha de 1963.
  
Muchos recuerdos se agolpaban en mi mente. Recuerdo que ya se había vencido el analfabetismo en Cuba y poco a poco, el derecho y el acceso a los estudios, que había sido privilegio de pocos, se iba haciendo realidad universal a lo largo y ancho de la Isla.

En lo personal había tenido la experiencia de participar, con sólo 14 años, en la campaña de alfabetización, lejos, pero muy lejos de mi lugar de residencia. De La Habana viajé hasta las intrincadas montañas de Sagua de Tanamo, en el extremo oeste del país.





A mi regreso, recuerdo que tuve la sensación de haber vencido a un feroz enemigo en una campal batalla cuerpo a cuerpo. Y era cierto. El ejército de lápiz, cartilla y manual, del que formé parte, había vencido no sólo al analfabetismo sino a la ignorancia sanitaria y a enormes prejuicios.  Empezábamos a salir de una época oscura. Vino a mi mente que la maestra que me conducía a la familia que debía alfabetizar recorrió siete bohíos, típica casa rústica hecha de tablas de palmas y guano , y no me aceptaban por ser mujer. Sólo en la octava casa me aceptaron y realicé mi sueño de alfabetizar. Hubo que continuar bregando duro para alcanzar el sueño martiano de ser un pueblo culto.

Viajando con el recuerdo por aquellos tiempos, me animé y llegué a la Primaria Fabrizio Ojeda, donde mi nieta cursó sus estudios primarios, y me encontré con un verdadero festival de la alegría y un canto al futuro. Allí estaban reunidos para la celebración todos los profesores, los niños, los padres, abuelos y amigos de las familias. Recordaba con nostalgia que mi nieta, en su momento, cantaba, bailaba y recitaba en estos actos y a la vez vino a mi mente el trabajo comunitario que hicimos los jóvenes en 1963 para que los niños tuvieran su propia organización. Ya nosotros teníamos nuestra federación universitaria, la unión de estudiantes secundarios y la unión de jóvenes comunistas. 

Como todos los años, se dio inicios al acto con la entonación del Himno Nacional, presidido por la bandera. A continuación, se entregaron los diplomas a los alumnos de segundo grado que acreditaba “Yo sé leer”, a continuación se les entrego la pañoleta azul a los niños de primer grado y a los de cuarto se les entregó las de color rojo, en  sustitución de las que portaban. Recibieron diplomas los alumnos más aventajados por sus resultados académicos y por su participación en competiciones con otras escuelas de conocimientos, temas culturales y deportivos. Los maestros recibieron el homenaje de sus alumnos y de inmediato un niño de ocho años, disfrazado como un minúsculo payaso, hizo de maestro de ceremonias para dar inicio a la parte festiva de la actividad.





Allí quedé detenida en el tiempo, contemplando a las niñas con sus uniformes de blusas, faldas rojas, y pañoletas rojas o blancas. A los varones los distinguen el uso de un pantalón corto o largo según el grado y el uso de la camisa blanca, en lugar de la blusa. Todos limpios, bien arreglados, visiblemente saludables y un brillo indiscutible de alegría y seguridad en sus miradas. Allí estuve embebida de la algarabía de sus sonrisas, de la tranquilidad y regocijo de los padres, familiares y amigos de los niños que vivían otro momento de esa estación escolar, llamada enseñanza primaria.

Estos niños, como todos los docentes en el país, cuando llegan a las aulas el primer día de curso, encuentran en sus pupitres la base material completa de estudios. Así es curso tras curso hasta que concluyen los estudios universitarios. Las preocupaciones de padres y alumnos giran en torno al aprovechamiento docente, la asistencia a las actividades colaterales de sus hijos y garantizarles refuerzos docentes extra clases. No tienen que preocuparse del pago, porque todo es gratuito, ni ahorrar para los futuros estudios universitarios. ¡Cuanto se ha avanzado y cuanto se sigue trabajando por alcanzar el más alto nivel de calidad del sistema de enseñanza cubano! Por eso pensé, “qué privilegio para esta pequeña nación, en vías de desarrollo, que sus hijos estudien hasta el infinito”, un derecho que alcanza hasta a los abuelos, que cuentan con la Universidad del Adulto Mayor, donde dan calidad intelectual a sus años.





Es cierto que todo no es perfecto, que los retos continúan.

Hoy se acomete a lo largo y ancho del país la restauración de las escuelas de la enseñanza media y superior, dañadas por el impacto de una larga crisis económica. Se trabaja e invierte con el interés de modernizar el material de estudios y se convoca a estudiantes asistentes de niveles superiores para que cubran los vacíos que dejan algunos profesores que emigran hacia otras labores en busca de mayores ingresos. Todo ello como parte de una política de gobierno para lo cual se amplían las partidas de inversión del presupuesto nacional con el fin de desarrollar aún más el sistema de educación con que cuenta y se prestigia este país.

Allí estuve por un par de horas disfrutando del privilegiado espectáculo cultural de los niños. Hablé con algunos de los alumnos. Unos me dijeron que querían ser médicos, otros maestros, cantantes, arquitectos, enfermeras, como su mamá o papá. Todos tienen un sueño para cuando “sean grandes” y en sus pupilas danza el futuro con la seguridad del sol que nos calienta y alumbra.





Aquí no hay atentados de adolescentes contra amiguitos de sus escuelas. No hay agresiones ni con armas de fuego, ni de otro tipo. Tampoco drogas, ni sustancias sicotrópicas y se trabaja de manera multidisciplinaria para que no lleguen y lastren su normal desarrollo.

De regreso a casa, enciendo el televisor y veo, ya sin asombro, que las noticias internacionales continúan informando de las inversiones en la guerra por parte de los países poderosos, de los recortes neoliberales en las partidas de política social y de otros, para destinarlos a las armas y de los estragos del hambre y la miseria que abundan en este mundo nuestro. 

Retorné a la experiencia vivida por el día de los pioneros cubanos y me repetí, como otras tantas veces, qué privilegiados son los niños y jóvenes cubanos y cuanto precisamos de la paz para que continúen con el futuro seguro en sus pupilas. 

Hasta la próxima, te hago llegar un fuerte y fraternal abrazo.

Tu amiga que te estima,
La Habanera


(*)Tengo algo que contarte. Correspondencia entre dos mujeres es una relación epistolar entre una mujer de La Habana y otra de Salt (Girona). La publicación de estas cartas se realiza con el permiso de ellas mismas que han confiando en La Guerrilla Comunicacional su publicación.


Si es la primera carta que lees puede ser que te interese ver el histórico de la correspondencia:

Prólogo: Prólogo
Carta 1ª: Carta nº 1
Carta 2ª: Carta nº 2
Carta 3ª: Carta nº 3
Carta 4ª: Carta nº 4
Carta 5ª: Carta nº 5
Carta 6ª: Carta nº 6
Carta 7ª: Carta nº 7
Carta 8ª: Carta nº 8
Carta 9ª: Carta nº 9
Carta 10ª: Carta nº 10
Carta 11ª: Carta nº 11
Carta 12ª: Carta nº 12




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