Jorge Félix Mejías Acosta
A propósito de haber concluido apenas hace unas horas la vigésima séptima ocasión de la presentación de Cuba, en la Asamblea general de Naciones Unidas, de la resolución sobre la “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos contra Cuba”, una mirada hacia la histórica y obcecada política estadounidense en relación a Cuba nos traslada a los días de la intervención yanqui, finalizada la guerra hispano cubana.
La obsesión estadounidense de bloquear económicamente a Cuba tuvo su engendro desde los intentos estadounidenses de arrebatar la isla del dominio español. Las instrucciones enviadas desde el Departamento de Estado de la ex colonia inglesa al Jefe militar yanqui en la Cuba de 1898, parecieran copia fiel de la estrategia imperialista llevada a cabo desde enero de 1959; el oprobioso mensaje ordenaba, “…Concentrar el bloqueo de modo que el hambre y su eterna compañera la peste, minen a la población civil y diezmen al ejército cubano (ejercito libertador mambí), crear dificultades al gobierno independiente y prestar ayuda a la oposición...”
Desde épocas tan tempranas como 1781 comenzaron a hacerse públicas las primeras manifestaciones expansionistas de Estados Unidos, Thomas Jefferson, quien gobernó en el periodo 1801-1809, diseñó un plan para anexarse a Cuba, la Florida y México. En abril de 1823, John Quincy Adams, entonces secretario de estado, expreso “…Cuba ha venido a ser de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de la Unión…”.
Entre los años 1823 y 1827, los gobiernos estadounidenses de turno disponían de “agentes especiales” que se radicaron en Cuba, para obtener información que les dieran ventajas en la futura guerra hispano-cubana–norteamericana; informaciones relacionadas a la situación económica del país, estado de la población, las tendencias políticas de la Isla, recursos naturales, capacidad de los independentistas cubanos y otras de carácter militar sobre las fuerzas españolas, eran filtradas en notas secretas al Departamento de Estado.
El Presidente estadounidense, demócrata, James Knox Polk (1845-1849) y su secretario de Estado James Buchanan, intentaron comprar Cuba a la Corona de España, lo cual no lograron. En ese contexto el propio Buchanan declararía “…Debemos tener a Cuba, no podemos seguir sin ella y sobre todo no debemos tolerar que sea transferida a Gran Bretaña; Tenemos que obtenerla mediante un golpe de Estado, Cuba ya es nuestra…”
En 1854 ministros estadounidenses del gobierno demócrata de Franklin Pierce, publicaban el Manifiesto de Ostend, en el cual recomendaban que en caso de que España se negara a vender Cuba “…Entonces por todas las leyes humanas y divinas estaremos justificados en arrebatársela a España…”.
En 1898, cuando las tropas mambisas tenían prácticamente vencidas a las tropas coloniales españolas, llegaron las fuerzas militares yanquis, les arrebataron la victoria a los cubanos. Ya en 1902 instauraron un status neocolonial a la nación cubana, mediante un documento digno ejemplo de cómo ofrecer viso legal a la permanente intervención y tutelaje de los Estados Unidos en la vida política, económica y social de la nación cubana, conocido como la Enmienda Platt, en honor a su autor intelectual.
La patológica obsesión por controlar los destinos de Cuba fue satisfecha por los gobiernos de turno durante la vergonzosa república neocolonial, pero como reza el refrán popular, “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista” .
En diciembre de 1958 ya la CIA realizaba intentos para impedir el triunfo revolucionario; el ex embajador de Estados Unidos en Brasil, Willian Pawley, con el apoyo del Jefe de Centro de la CIA en la capital cubana, le propuso al dictador Fulgencio Batista, la creación de una junta de gobierno a la que este le entregaría el poder.
En fecha tan temprana como marzo de 1959, los hacedores de la política exterior estadounidense ya habían decidido que “…no sería posible lograr sus objetivos con Castro en el poder…” en los meses de Julio y Agosto del propio año se inicia la elaboración de un programa para “sustituir al líder cubano”.
La escalada política, militar y de subversión fue en incremento, contraria a propósitos y principios del derecho internacional, violando convenciones, voluntades y obligaciones establecidas en las relaciones internacionales. El 6 de Julio de 1960, dos meses más tarde , fueron prohibidas las exportaciones a la Isla.
La estrategia de subversión política y económica contra Cuba y el bloqueo económico, comercial y financiero como su principal arma, apoyado desde los monopolios de la desinformación, así como las continuas acciones encubiertas diseñadas en los laboratorios del gobierno y los servicios especiales estadounidenses, tienen como único fin confundir para desmovilizar y abonar el terreno para la pretendida “transición pacífica” del socialismo cubano hacia el capitalismo, bajo el pretexto “del Socialismo como modelo fracasado y la utopía frustrada”.
Socavar la estrategia de sucesión del gobierno revolucionario, no facilitar ingresos al país, subvertir ideológicamente a la sociedad cubana, aumentar el apoyo a la sociedad civil, vista desde la perspectiva imperialista, se mantienen como filosofías de una retórica hipócrita e inescrupulosa, expresada a través de la diplomacia estadounidense y, en ocasiones, con la complicidad de funcionarios e instituciones que representan a la comunidad internacional y dan la espalda groseramente a propósitos y principios que rigen el comportamiento de la comunidad de naciones .
La creación de matrices de opinión catastrofistas y alarmistas y el apoyo y estimulación a una mayor agresividad desde organismos que representan la comunidad de naciones, buscando la presión internacional sobre el gobierno revolucionario, continúan caracterizando el accionar diplomático y mediático de la estrategia imperialista.
La cancillería cubana ha denunciado recientemente que los representantes estadounidenses en las Naciones Unidas han incrementado este año el uso, nada novedoso en su práctica internacional, de métodos de chantaje y presiones con la intención de producir enmiendas en el texto presentado por Cuba, complicar y hacer engorroso el debate para tratar de influir en el voto de las naciones soberanas, que durante los últimos 26 años ha respaldado a Cuba de forma contundente.
En los últimos días los monopolios que gobiernan a los medios de comunicación no pudieron ocultar el fracaso estrepitoso de la diplomacia estadounidense en su intento de montar un espectáculo anticubano en el salón de sesiones del Consejo Económico y Social de la ONU, ECOSOC por sus siglas en inglés.
Ya les corresponderá a las autoridades de Naciones Unidas investigar y explicar cómo un país miembro puede disponer de los recursos de la organización para inmiscuirse y generar acciones lesivas en los asuntos internos de otro estado soberano.
El retorno a falsos pretextos que una vez más conducirán a la diplomacia estadounidense a incluir a Cuba en “listas” excluyentes y “ejes de la maldad” se presagia como el regreso a los años de la “guerra fría” y un lamentable retroceso en las relaciones entre ambos países.
La política de bloqueo intenta provocar que los revolucionarios leales duden de la fortaleza del proyecto revolucionario, que los descontentos se conviertan en desilusionados y los que ya lo están militen en la “oposición” que paga el imperio. El mensaje para todos es que el modelo socialista “está agotado”, lo más importante es la prosperidad económica y social de las mayorías populares, más allá de las ideologías.
Algunos estudios de académicos estadounidenses que estimulan la política genocida del cerco económico, comercial y financiero plantean que para el imperialismo la solución al “problema cubano”, está en la transición del poder revolucionario. El fundamento filosófico de la propuesta señala que “la enajenación generacional provocada por la toma del poder por Fidel Castro está al terminar, pero nadie sabe que vendrá después”.
Un rasgo fundamental de la política exterior norteamericana hacia Cuba queda ratificado en la filosofía de las 12 administraciones norteamericanas, demócratas y republicanas, en los 59 años de revolución cubana; “Ningún cambio en la política de E.U. hacia Cuba debe tener el efecto primario de consolidar o legitimizar el status quo en la isla”.
Este 1ro de noviembre se produjo por vigésima séptima ocasión que la inmensa mayoría de la comunidad de naciones representadas en la ONU votaron a favor de la resolución presentada por Cuba. Así lo confirman las intervenciones que fueron realizadas en el día de hoy por los jefes de delegaciones, representantes regionales y demás oradores y por los resultados mismo la votación de apoyo a la Resolución de condena.
La batalla que se ha librado en el plenario y dependencias en la sede de las Naciones Unidas ha sido compleja, como complicado es el entretejido de intereses puestos al desnudo en el ámbito político diplomático. “…se pretende confundir a la gente con farsas publicitarias… es obligación de todo diplomático defender y respetar las normas y la verdad”, expresó el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, ante la prensa acreditada en el día de ayer.
Por último, resulta interesante el comentario firmado por cierto corresponsal de la prensa extranjera en días recientes, afirmó el pasado 24 de octubre, “…solo queda escoger un palco y sentarse a observar, pues la votación sobre el bloqueo, de este año, promete todo tipo de emociones, ya que, con estos truenos, se deben esperar enormes tempestades…”
No obstante, los truenos y tempestades pronosticadas por este meteorólogo de la información política, la condena al bloqueo criminal, el más largo e intenso bloqueo aplicado a nación alguna en la historia de la humanidad, ha sido contundentemente condenado.
Hoy la pizarra electrónica, a la cual estaban atentos la mayor parte de los cubanos, jóvenes, mujeres, trabajadores, profesores, estudiantes y hasta adolescentes, dejaron desiertos los votos de Estados Unidos e Israel quienes votaron en contra de la Resolución de condena presentada por Cuba y que contó con el apoyo de 189 naciones.
Muchas de esas 189 delegaciones recibieron presiones políticas y amenazas económicas, previo a la votación para variar la intención del voto. Incluso con posterioridad, de forma pública y notoria por parte de la representante del gobierno de los Estados Unidos, hubo amenaza y prepotencia, pero el voto universal por la verdad y la justicia ya estaba a favor de la digna, justa y valiente posición de la delegación cubana, presidida por su canciller, Bruno Rodríguez Padilla.
No cabe la menor duda que la XXVII Asamblea de las Naciones Unidas dejó inscrita una nueva página de victoria en la batalla desigual que se libra en el hemisferio occidental hace casi 60 años entre David y Goliat, entre la firmeza e intransigencia vs hipocresía y desvergüenza.
Jorge Félix Mejías Acosta.
Licenciado en Ciencias Jurídicas.
Ms. Comunicación Social.
Miembro de la Asociación de Juristas de Cuba.
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