Dicen
que las mujeres queremos diferente. Y puede ser.
Cuando
en la consulta médica:
- Sr. Manuel, ¿está tomando alguna medicación?
- A ver, un momento, que estas cosas las lleva mi mujer. María, ¿cuáles son esas pastillas blancas redondillas que me tomo?
- Manolo, una es la de la corazón y la otra la de orinar. (Con esa mezcla de resignación, desesperación y cariño de quien le ha tocado gestionar la salud del otro sin pedirlo).
Pues sí, quizás queremos diferente.
Cuando
el cansancio es infinito, pero nunca suficiente para escatimar un
cuento de buenas noches a los pequeños. Quizás es que queremos
diferente.
Cuando
tejemos unas redes invisibles de atención, afecto y ayuda mutua,
entre vecinas, amigas o conocidas, siempre a punto y precisa en las
necesidades. Quizás es porque queremos diferente.
Cuando
pegado al cromosoma X, frecuentemente va un alelo cromosómico de
llueca. Invisible para los microscopios que estudian el genoma, pero
que debe andar ahí, cuidando siempre el bienestar y la alegría de
los polluelos; vigilando su integridad ante los depredadores hasta
que sepan defenderse; enseñando y animando a volar, disfrutando
viendo su vuelo, pero quedando siempre un ala extendida para darles
cobijo en caso de un mal aterrizaje. Quizás es que queremos
diferente.
Y
sí, seguramente queremos diferente porque somos diferentes.
No
envidio en absoluto el modelo de triunfo femenino que a veces nos
llega, donde debes demostrar la misma mano dura e intransigencia que
el hombre triunfador. De lo contrario no se te augura una buena
autoridad. No comparto el modelo ni el estilo. Defiendo la diferencia
y reivindico la equidad frente a la igualdad. Veo cada día mujeres
que de una forma silenciosa pero enérgica; dulce pero contundente;
tranquila pero infatigable; van abriendo hermosos caminos en esta
desazón, este individualismo y esta incompetencia sentimental
colectiva que padecemos. Mi amiga Fatiha, por ejemplo, a quien
perdimos hace unos días para siempre, trabajando como mediadora
intercultural en salud nos sembró el campo de la intolerancia de
herramientas para el entendimiento. Nos enseñó a enriquecernos de
las diferencias y a aprender de ellas, a buscar siempre rendijas en
las dificultades para colar el optimismo y la transformación. Quizás
ella también quería diferente.
Fatiha Benharref Taya, la Fati |
Dicen
que “no corren buenos tiempos para la poesía”. Posiblemente sea
cierto, como también discutible. He tenido la inmensa suerte durante
este último año de pasearme e ir descubriendo muchos colectivos,
fundaciones o simplemente grupos organizados femeninos y feministas.
De la mano de un libro de dos mujeres que se escriben, se han
presentado múltiples escenarios, la mayoría femeninos, donde hablar
de él. En Zizurkil, en Córdoba, en Barcelona, en Salt, en
Granada,... en cada lugar donde aparecí, he ido descubriendo un
sinfín de mujeres luchadoras, conciliadoras y transformadoras. Que
creen y militan en lo colectivo sin perder un ápice de su conciencia
y orgullo de género, que son motores sociales innovadores y
solidarios sin dejar de ser y de querer diferente, ni renunciar al
cromosoma de llueca.
La
última que he conocido, la Fundación Entredós de Madrid, es un
ejemplo de todo ello. Un espacio de mujeres, para hacer política en
primera persona sin que ninguna represente a otras, que conecta y
potencia las relaciones transformadoras que confluyen allí. Donde se
dan tiempo para aprender, para descansar, para la música, para
debatir,...y donde su lema es: “si echas algo en falta, ¡ponlo en
marcha!”. Qué buen resumen de filosofía alentadora, activa y
participativa. Su riqueza según ellas mismas dicen, nace de su
diversidad y de la capacidad de acoger lo nuevo que cada una trae
consigo. Tienen claro que la diferencia suma y no divide, idea que
siendo tan básica y sencilla, no entiendo como cuesta tanto aplicar.
Creo
que uno de los secretos que compartimos sin saberlo es el “tiempo
colectivo”. Ese saber y querer dedicar tiempo a lo comunitario más
que a lo personal, esa antena parabólica captadora de energías y
sentimientos, quizá haga que queramos diferente.
Son
todas esas mujeres silenciadas pero presentes, con quienes hablo, con
las que discuto, con las que río, con las que sueño,....las que me
hacen pensar cada día que sí tiene cabida la poesía en estos
tiempos, literal y metafóricamente hablando.
A
todas ellas, para que sigamos queriendo diferente.
Y
es que así son las cosas del querer.…
Pilar
Parra
La Guerrilla Comunicacional
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