lunes, 4 de noviembre de 2019

A PROPÓSITO DE LA HUELGA DEL CLIMA

Reflexiones y preocupaciones ante la jugada de desviar la atención sobre la raíz de un problema sistémico.


El pasado septiembre se convocó la primera huelga por el cambio climático. A propósito de esta convocatoria me han surgido una serie de cuestiones y dudas que me gustaría compartir. Vaya por delante que no aportaré ni conclusiones ni soluciones; no las tengo. Simplemente quiero explicar algunas inquietudes respecto a la manera de enfocar el problema que me preocupan y me indignan.


Hace años que desde el ecologismo se alerta sobre el cambio climático y las consecuencias que este puede tener en nuestro día a día. También desde movimientos indígenas se nos ha hablado de cómo destruyen sus ecosistemas y atentan contra su supervivencia. También nos han alertado científicos que han publicado sobre las causas y las consecuencias de la sobre explotación de los recursos naturales. Pero de un tiempo a esta parte han surgido campañas encabezadas por voces jóvenes que reclaman responsabilidades a las generaciones adultas y a los dirigentes y gobernantes sobre sus decisiones, y denuncian cómo estas afectan el futuro de las nuevas generaciones con el uso y abuso de los recursos.

Esta irrupción ha tenido un gran eco mediático y parece que ha puesto oficialmente en marcha el reloj de la cuenta atrás de la vida en la tierra tal y como ahora la conocemos. Pero el reloj hace tiempo que estaba funcionando y la creciente deriva productiva e industrial tiene mucho que ver en ello. La explotación actual del planeta no se explica sin el sistema capitalista. La necesidad de producir cada vez más y más barato para conseguir incrementar los beneficios provoca una explotación de los recursos naturales acompañada de una explotación laboral y un menosprecio a los Derechos Humanos.

No es ningún misterio que los recursos son limitados; pero el sistema capitalista no tiene ningún interés en el futuro, quiere un presente con beneficios y en manos de un puñado de personas; el resto y el planeta entero están a su disposición para generar “riqueza”. Una riqueza que en sus cálculos finales obvia el precio que se debe pagar social y económicamente hablando. La huella ecológica no se contempla en este balance de inversión, costes y beneficios; o al menos, no con el impacto real. El resultado es una degradación progresiva del medio ambiente y de la vida de la mayor parte de las persones que cuentan con menos recursos –de todo tipo- para hacer frente a las adversidades.


Lamentablemente, estamos demasiado acostumbrados a los mecanismos de la comunicación y manipulación del sistema capitalista. La publicidad y los mass media se han encargado de difundir la idea de que la libertad era esencialmente libertad de mercado y el progreso crecimiento económico constante. Por un lado se nos anima a consumir para no parar la máquina de beneficios; por otro, se nos mete el miedo en el cuerpo y se nos culpabiliza. ¿Qué hace el sistema para eludir su responsabilidad? La traspasa al sujeto consumista. Aplica la receta prodigiosa de externalizar los problemas, las responsabilidades y las perdidas. Nosotras, todas, nos convertimos en culpables y únicas responsables de lo que está pasando.

Este sistema que empobrece a la clase trabajadora y nos sustrae la capacidad de decisión pone en marcha su maquinaria para mantenerse al margen de la solución: pretende continuar agotando la tierra, robando la vida a la clase trabajadora y castigando a los más desfavorecidos del planeta. Pero a pesar de cualquier propaganda o maquillaje, el mensaje que nos llega es demoledor: según diferentes cálculos, si seguimos consumiendo a este ritmo, los recursos de la tierra, que permiten nuestra vida, se agotarán hacia el año 2050.

Consumimos lo que podemos, como podemos y como nos lo presenta el propio sistema. Preocupadas por subsistir no tenemos demasiadas opciones a la hora de escoger. Las alternativas son caras y inasumibles para la inmensa mayoría de la población.

En medio de todo este “blablablá” de traspaso de responsabilidades hacia el eslabón más débil de la estructura, nos encontramos discursos delirantes. Discursos que nos dicen que el sistema capitalista no es el máximo culpable; que lo somos las que pensamos que son el capitalismo y su modelo de organización y producción basado en el uso y abuso del “capital” ecológico y del “capital” humano, que en realidad desconocemos que otras sociedades y modelos también han provocado desastres naturales,que el clima ha ido cambiando a lo largo de la historia y que lo que ahora pasa, ni es una novedad ni es tan importante, que nadie tiene una bola de cristal para conocer lo que ha de suceder y que por tanto este discurso catastrofista es una trampa. No sé cuál es el grado de conocimiento que compartimos; pero lo que sí sabemos es que el juego de acusaciones cruzadas no nos llevará a ningún sitio. El “tú más” no nos servirá de nada. La fe en una solución mágica, tampoco.


No nos sirve que se comporten con esta inconsciencia, simpleza y malicia.

No nos sirve que nos digan que se han de poner cuotas de emisiones de gases efecto invernadero y comprar cuotas a los países en vías de desarrollo porque ellos no las emiten.

No nos sirve que nos digan que si no nos comportamos como el perfecto ecologista domestico seremos nosotras las que acabaremos con los recursos.

No nos sirve que sigan produciendo mercancías y productos que no necesitamos.

No nos sirve que nos creen falses necesidades.

No nos sirve que nos digan que podemos viajar donde queramos sin consecuencias para el medio ambiente.

No nos sirve que no se aposte por el transporte colectivo mientras se sigue subvencionando y favoreciendo el privado.

No nos sirve que las políticas no apuesten por las energías y renovables y las penalicen.

No nos sirve que su legislación esté a favor del capital y no de la humanidad y la ecología.

No nos sirve que haya una industria agroalimentaria que se nutre de productos poco saludables al tiempo que explota la tierra con substancias que la envenenan.

Y no nos sirve porque no estamos de broma, porque nos va la vida a nosotros, a nuestros descendientes y a todos los seres vivos que habitamos el planeta; porque los primeros que sufren las consecuencias son las persones más desfavorecidas, las indígenas que pierden su hábitat sin alternativa posible para su supervivencia, el pueblo trabajador que a duras penas sobrevivimos, y una larga lista de persones de todo el mundo que sobreviven como pueden a las guerras, las hambrunas, la explotación, las catástrofes naturales, la pobreza y la miseria que reparte generosamente el sistema capitalista.

No le resto relevancia a nuestro papel como consumidores dentro del sistema; pero permitirme dudar que sea tan determinante. Permitirme señalar, radicalmente, la que para mí, es la raíz del problema: el capitalismo. 


Mª Àngels Esteban
La Guerrilla Comunicacional





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