martes, 25 de febrero de 2020

CUANDO SEAMOS MAYORES...


Cuando seamos mayores..., es el título de un álbum ilustrado infantil de Almudena Suárez, que no he leído y no es precisamente de ello de lo que quiero hablar. Pero su título me centra el tema y me hace pensar en la situación, mejor dicho desatención, en la que se encuentran una gran parte de nuestros mayores, padres y/o abuelos.

Nuestro día a día, de la mano de una supervivencia inmensurable y frecuentemente difícil para llegar a final de mes, no nos da más tiempo para poder estar con nuestros padres y/o abuelos tanto como quisiéramos. Pero me pregunto si realmente es nuestra la responsabilidad. Me atrevo a decir que no, tímidamente pero convencida, porque desde el momento en que nuestros padres nos dieron vida creo que fue para vivirla libremente y encaminarla como cada uno de nosotros hemos querido y podido vivirla, es decir, para ser vivas como nos diera la real gana. La atadura hacia los padres y/o abuelos nos la ha marcado la propia sociedad, una sociedad patriarcal, llena de innumerables connotaciones religiosas. Pero esta libertad que implica la vida, y me refiero a la necesidad de realizar, experimentar, descubrir todo aquello que la vida nos puede dar fuera del rol que se nos asigna, especialmente al género femenino, no pasa ni mucho menos por el abandono de los padres y/o abuelos.




La economía de un país debe pasar también por la oferta de un mayor bienestar a las personas que alcanzan una edad en la que no pueden valerse por sí mismas, y que necesitan de un entorno acorde a sus necesidades, a sus actividades y relaciones propias de su edad. Un bienestar que les dé la oportunidad de sentirse todavía como personas útiles y dignas y, sobre todo, de sentirse escuchadas como excelente medicina que puede curar el frágil estado emocional de nuestros ancianos. Pero la realidad diaria nos muestra que no somos una sociedad preparada para atender y establecer los mecanismos necesarios para dar la atención que merecen y que necesitan nuestros mayores.




Los mecanismos económicos, como los políticos o sociales, para mejorar esa atención pueden ser fáciles, solo es necesario ponerlos en práctica sin un minuto de espera. Me decepcionan en este tema los políticos, y perdonadme si meto la pata, pero no recuerdo en ninguna agenda política o programa electoral que se hayan tenido en cuenta propuestas en la gestión de nuestros mayores para dar solución a las desatenciones que tienen que, después de las elecciones, se hayan puesto en práctica de manera inmediata. Por mi condición de mujer, a pesar de luchar repetidamente contra los roles sociales que me han sido marcados, me preocupa dicha situación, y me fijo, prestando atención a todo lo que envuelve a las personas mayores con necesidad de dependencia, quizás es porque también me veo reflejada en un futuro dentro de este mismo escenario. 

Utilizar las comparaciones de nuestras realidades con otras de nuestro entorno, y salvando las distancias que haya que salvar, nos puede ayudar a encontrar buenas prácticas y encaminarnos hacia otros modelos sociales que nos mejoren en el bienestar del día a día. Y en este sentido, pude conocer un espacio dedicado a la atención del anciano a muchos kilómetros de donde vivo. Un espacio que he podido visitar en cuatro ocasiones, compartiendo compañía y charla con personas que forman parte de él. La primera vez fue en el año 2009,  repitiéndose en los años 2011, 2014 y 2019. Este lugar llamado el Convento de Belén, que para nada su nombre nos indica que esté gestionado por alguna orden religiosa, todo lo contrario, pues su gestión y manejo se desarrolla gracias a un trabajo social y comunitario, y con la aprobación y apoyo de su gobierno, para que las personas de la tercera edad puedan ser atendidas y no desatendidas, con una participación del mismo colectivo de ancianas/os que son los principales actores de este bonito escenario.




Las conferencias, tertulias de los acontecimientos sociales nacionales e internacionales, la formación en el manejo y control de los nuevos cambios sociales, la cultura, con actividades teatrales, de canto, de lectura, de juegos diversos, actividades físicas, así como el seguimiento y controles de salud. Todo ello forma parte del día a día, durante los 365 días del año en ese bonito lugar. También se atiende con un servicio de cocina, ofreciendo el desayuno, la comida y la merienda. Todo ello tiene lugar como centro de día y como residencia permanente para aquellos que lo necesitan.




Todo este conjunto de vivencias compartidas se recogen y tienen lugar en una construcción del  siglo XVII, donde la primera congregación que ocupó este espacio fue la betlemita, con una fuerte vocación de servicio y especial apego a los enfermos y desvalidos, buscando una alternativa para el cuidado de personas enfermas combinándolo con la atención educativa a menores con  escasos recursos. Por avatares de la vida, posteriormente fueron los jesuitas quienes ocuparan dicho espacio, hasta que por cambios del rumbo en la historia de un país que luchó por su independencia y logró alcanzar una revolución socialista, durante mucho tiempo quedó abandonado este espacio hasta que se reactivó su restauración enfocándola hacia un proyecto social y comunitario como el que es actualmente. 




Este proyecto es un ejemplo más que me confirma que aunque un país no tenga suficientes recursos económicos puede ser capaz de invertir en proyectos sociales con bajo coste, y sabiendo gestionar los recursos necesarios para espacios necesarios y urgentes. Estamos hablando de la República de Cuba. 

Y ahora regresemos de nuestro viaje. A pesar de que se ha constatado un crecimiento exponencial de la población mundial, según Naciones Unidas se espera que aumente en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años -me parecen unas cifras alarmantes- pero, en cambio, en Europa se prevé una disminución de la población importante, disminución que se ha venido constatando en las últimas décadas por una escasa tasa de fecundidad. Por lo que si continuamos alzando las vallas con nuestro continente vecino, África, quien parece ser que es el continente que más rápido crece, nos vamos a tener que autogestionar los recursos en comunidades con poca población activa y una gran cantidad de población anciana desatendida y teniendo mucho que aprender en lo que se refiere al trabajo colectivo. 

Solo deciros que nos vaya bonito, porque si no nos ponemos de inmediato a zurcir el descosido de este roto, como tantos otros, sin lugar a dudas que nos irá de lo más lindo...


Lola López
La Guerrilla Comunicacional




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