lunes, 17 de julio de 2017

TENGO ALGO QUE CONTARTE (20)

Correspondencia entre dos mujeres.




Salt, Lunes 17 de julio de 2017




¿DROGAS?  NO, GRACIAS


Mi queridísima Habanera,

la primera idea mientras leo su carta es: hágame un huequito en su poceta*(1), ¡por favor!

Cómo me gustaría andar por allí con usted, en remojo de ese mar tan suyo. Arreglando el mundo y parte del extranjero con nuestras historias. En ese mar tan calmo o tan bravo, tan gris o tan azul, tan chiquito o tan inmenso, dependiendo del momento y los ojos con que uno lo mira.




¿Sabe una cosa? Yo nací en el interior, tierra de secano. Vi el mar por primera vez (y como algo excepcional entre todos mis amigos) a los 5 años, porque a mi padre le tocó un pequeño premio a la lotería, y lo guardó para el gran acontecimiento: ir de vacaciones ese año, y por si fuera poco, al mar. Ahora lo valoro como un gesto hermoso, el hecho de darle valor y preferencia a vivencias nuevas y lúdicas por el mero hecho de disfrutarlas, en una familia humilde, con un padre conservador y poco dado al romanticismo y en unos momentos poco favorables.

Yo siempre me había bañado en lagunas cercanas a mi pueblo, en donde uno veía perfectamente los límites del agua, que siempre estaba quietecita, como un remanso. Recuerdo perfectamente la sensación de llegar a la orilla de la mano de mi madre, que cada vez la agarraba con más fuerza y preguntándole: ¿y toda esta agua dónde acaba? ¿Y por qué se mueve tanto, va, viene y hace espuma? ¿Vive más gente después de acabarse? Y si se mueve tanto, ¿por qué no se sale? ¿Y si se sale de golpe? Mi hermano mediano, 8 años mayor que yo, y que tampoco había visto nunca el mar, se hacía el hombre y me tomaba el pelo con sorna: “!uy, cuidado! como des un paso más te tragará el agua y te llevará hasta aquella línea de allí, del final de todo”. Esa línea era el horizonte, y la última cosa que yo podría soportar sería quedarme para siempre perdida en medio de aquella línea que dividía la nada.

Fue un vértigo de sensaciones lo que desencadenó esa primera mirada. Pasamos unos días que recuerdo fantásticos. Al lado de mi madre conseguí retozar durante horas con el agua viendo admirada a mi hermano flotar en ella al lado de mi padre. Y recuerdo que ya no me dio miedo, y que mi hermano jugó conmigo muchísimo en un escenario acuático, inédito para ambos, pero que nos llenó la vida por unos días de vistas, ruidos y emociones diferentes.

Mi hermano murió hace 2 años. Mientras compartíamos su muerte, recordábamos nuestras vidas; y también el mar. Ese elemento que descubrimos juntos y que con los años y las vivencias particulares fue configurándose de forma diferente en el ideario de cada uno. A él nunca le acabó de gustar y a mí acabó fascinándome.

Cuando él murió yo iniciaba mis vacaciones. Pasé horas y horas sentada delante del mar, mirando, escuchando, como hechizada por sus verde azules, dejándome llevar en cada vaivén de su eterno baile. Tenía un efecto calmante, era como un bálsamo para un ánimo roto.






Por eso, Habanera, me imaginé al otro lado de aquella primera línea de horizonte de mi memoria, donde más tarde pude descubrir un universo absolutamente hermoso. Me vi en su poceta, y cómo nos podríamos reír arreglando el mundo y un poquito también el alma.

En esas últimas charlas con mi hermano, un día me dijo: “Vicentita, cuando vas a morirte, pienso qué suerte tienen los que creen en Dios. Ellos al menos confían en algo más allá, en cambio a nosotros se nos acaba aquí la historia. Ya ves, un ateo diciendo que la religión puede servir para algo”

Pienso en el tema, y como atea practicante le he dado vueltas hasta marearlo, tan sólo para intentar ver otras posibilidades que se me escaparon en su momento. Pero no, no lo consigo.

Para empezar todos los profetas y grandes maestros a seguir que conozco, son hombres. Parece ser que las religiones no han encontrado féminas con tales capacidades, o bien las han pensado para ejercer eternamente de seguidoras y no de seguidas. Vaya, que lo del trato como igual entre géneros ya no entraba en sus cálculos.

No puedo creer en un dios que acoge en sus primeros bancos a empresarios que amasan sus fortunas explotando gente pobre, que malvive y malmuere en su miseria trabajando para las grandes marcas que nos venden con glamour.

No puedo creer en un dios que condena a tanta gente a huir de la guerra, de la muerte o de la hambruna, mientras mantiene entre sus fieles seguidores a quienes gobiernan este brutal desatino.

No quiero creer en un dios que permite ver morir diariamente a tantísimas personas a causa de enfermedades curables, mientras quienes tienen la solución y manejan los hilos de la industria farmacéutica son bendecidos socialmente.

No debo creer en un dios que tolera los abusos en mujeres y menores.

No me es posible creer en un dios que no interviene en el aumento imparable de trabajadores cada día con más jornada laboral pero cada día más pobres.

No me entra en la cabeza un dios indiferente ante tanto analfabetismo provocado y consentido.





Resumiendo, no puedo creer en un dios que diseña y permite tales barbaridades. Pero menos puedo entender cómo se dejan a merced del designio divino todas estas injusticias. La fe nos ha ido de perlas para teñir de blanco nuestras conciencias y traspasar la negra culpa a ese dios que decide el destino.

¿O quizás no es ese dios quien mueve la batuta de este desconcierto? ¿Y si son los humanos quienes han pervertido su divino legado? ¿No será que los personajes reales que ostentan el poder religioso se ven con la capacidad (o se les ha otorgado) de decidir el código moral de los otros, en perfecta comunión con el capital? Como ve, amiga mía, tengo algunas lagunillas en el tema religioso.

Por ejemplo, entre los católicos, que es la religión predominante aquí, los sacerdotes (célibes, que nunca podrán enamorarse, acariciar a su pareja o tener hijos) son quienes aconsejan y dictan el rumbo de la vida íntima de sus fieles y sus consecuencias. No me negará que como asesores sexuales son la mejor elección.

Aquí, a pesar de ser un país oficialmente laico, la iglesia (prefiero distinguirla de la religión) impregna sutilmente nuestras normas. La mayoría de fiestas laborales dependen de algún santo, virgen o proceso entre ellos, pero como significan asueto, pues bienvenidos y benditos sean.

Somos un país donde aún tiene una gran presencia la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones). Son esos sacramentos en los que el paripé social eclipsa casi por completo el motivo religioso. Las bodas se han convertido en un despropósito de consumo tal, que asistir supone un presupuesto desmesurado. Hay un mercado paralelo de restaurantes, modistas, regalos, flores, vídeos, viajes y limusinas que convierten la fiesta en una inversión desorbitada y absurda.






La iglesia se llena de corbatas, vestidos largos y altos tacones, y eso que quién nunca los llevó corre un altísimo riesgo de caerse desde semejante altura. Se bebe una copa demás y acabará bailando desde el bolero al reguetón; o de sucumbir a la asfixia por las fajas y ceñiduras que intentan contener las lorzas y chichas varias ante unos ágapes maratonianos que desafían las cremalleras más férreas. Es una pena, pero casi reza uno para que no le inviten para no destrozar el sueldo del mes.

Un cuadro similar pero en miniatura resultan las comuniones. Aún se sigue vistiendo y peinando a las niñas de novias pequeñas y los niños de caballeretes. Eso sí, en los avances hechos sobre el tema, se ha ido dejando de lado el uniforme de almirante de la marina con que disfrazaban antes a los pequeños, aunque el mar más próximo cayese a 800 km de tu casa (no he sabido yo muy bien el porqué de la relación comandancia-marina-primera comunión. Es otra de las lagunas por explicar que me quedan). 

El formato de fiesta de la primera comunión es equivalente a la boda, cambiando el güisqui de los novios por limonada y la conga de Jalisco por los payasos. En ocasiones los papás pedirán un crédito al banco para poder montar la fiesta “como dios manda”, o de lo contrario, quedas como un mindundi. Y eso sí que no, amiga mía, el postureo es lo último que se pierde. 

Sólo le diré que la última tendencia es la celebración de las “comuniones civiles”.  Pues sí, este oxímoron es lo más cool entre la gente pudiente. Resulta que la criatura encarga su lista de regalos, tiene su vestido, su peluquería, su restaurante, su gran tarta, su reportaje, su fiesta de amigos, ...todito, excepto ir a la iglesia, que parece ser que era el tema del asunto. Sus papás modernos, que no creen, pero que están inmersos y encantados con la tela de consumo que les envuelve, han creado esta nueva modalidad. Creo que sobran más comentarios, ¿no?. De paso, mientras nos tienen entretenidos en el ajetreo de quedar bien, no nos da por pensar en otras cosas que igual resultarían peligrosas.

Dentro de la iglesia de este país también tenemos secciones de creencias ultraconservadoras muy presentes. El Camino Neocatecumenal (los Kikos), Comunión y Liberación (los cielinos), los Legionarios de Cristo o el Opus Dei, por citarle algunos. Los kikos, por ejemplo, mantienen que los homosexuales se curan en el camino (en el suyo, claro), o que hay que perdonar o tolerar la violencia de género si viene el caso de producirse hasta que el varón entre en razón y se contenga. Los Legionarios de Cristo se venden como modelo de virtud para la juventud, pero su líder y fundador (Marcial Maciel) fue acusado de poligamia, abusos sexuales, estafa económica y algún que otro pecadito más. La justicia civil le pasó de largo y se vio condenado a “una vida de recogimiento y oración”.

El Opus Dei, movimiento clasista, jerárquico y machista; de métodos casi sectarios, y donde el camino de santificación está a través de la vida cotidiana (cilicio incluido). Mueve fortunas y extiende sus redes en los ámbitos más decisivos: políticos, banqueros, ministros, fiscales y demás fauna forman parte de sus filas, y le aseguro que obran en consecuencia. En sus colegios, chicos y chicas estudian por separado. A los chavales les dicen que es para que no se distraigan con compañeros del sexo opuesto y rindan más en los estudios. Por supuesto los docentes son del mismo sexo que los alumnos, no vaya a ser que viendo una anatomía contraria se fijen en lo que no deben ¿Qué le parece? Y lo peor de todo es que muchos se lo acaban creyendo, tal es el martilleo mental a que les someten. Este detalle incumple la normativa nacional de coeducación, pero curiosamente mantienen el concierto escolar estatal y catalán, aquel que le explicaba un día en el que los profesores los paga el estado, pero las clases las dan a su manera. Son esas cosas que cuesta entender; para mí que debemos recurrir a la fe para conseguirlo, o bien se acabará solucionando con la paloma, que es donde van a parar todas aquellas cuestiones irresolutas por la razón.

Todos estos movimientos nacieron y crecieron rápidamente el siglo pasado, aprovechando que las élites empresariales se desengañan con algunos religiosos, que según ellos defienden el comunismo (seguramente se pusieron del lado que no tocaba, el de los pobres). Los gobiernos ideológicamente afines del momento, con algunos intercambios de favores; y el papa Juan Pablo II como gran protector, los convierten en una de las mayores fuentes de ingresos económicos y de fieles del Vaticano.

Y es que el Vaticano es otra perla de la historia. Un estado ínfimo, como 44 campos de fútbol, y 850 residentes, pero donde se cuecen negocios multimillonarios no muy puros e inmaculados que digamos. Custodiados por la guardia suiza (¡hay que ver! un país sin ejército es el encargado de la seguridad soldadesca de otro), que velan porque la grandísima fortuna que alberga esté a buen recaudo. De hecho, que Suiza custodie fortunas no debería sorprendernos, ¿no? Francamente, Habanera, para mí resulta indecente. Un estado de tal lujo y riqueza (que por cierto, es visita obligada cuando vas en esos cruceros en vacaciones, ¡ faltaría más !), nunca podrá estar del lado de los necesitados.





Pero también le digo que me molesta sobremanera que toda esta curia haya aplastado el papel que han ido cumpliendo otros muchos religiosos, intentando por todos los medios que no prospere ni se publicite su obra. Hablo por ejemplo de la Teología de la Liberación, donde se exige la opción preferencial de los pobres. Sus integrantes se involucran en la lucha por la justicia, crean organismos de solidaridad con los que sufren, de defensa de los derechos humanos y denuncia de los atropellos sociales. Me consta que son muchos, que hacen muy buena labor allí donde todos los anteriores de que le hablaba no pondrán los pies jamás, porque sólo hay pobres. Y los pobres, Habanera, parece ser que o no tienen vida que reconducir o no tienen ni alma que salvar. 

Por eso, desde mi ateísmo, pienso que en el fondo se podría prescindir del sentido religioso de estos buenos movimientos teológicos. Quizás deberían ser tan sólo la aplicación del sentido común entre los humanos.

Miro este panorama y pienso que cuando Marx decía que la religión es el opio de los pueblos, sólo puedo contestar: ¿Drogas? No, gracias.

Amiga mía, perdone hoy por esta carta tan interior. A veces una no sabe el porqué se desencadena ese contar cosas, que posiblemente parezcan un sinsentido. Da igual. Si salen, por algo será, ¿verdad?. Será porque en el fondo sé que usted le pone ojos que leen y espíritu que abarca lo que quiero contarle.

Un enorme y drogado abrazo.


Vicentita


1. f. Cuba. Depresión natural de la costa que se llena de agua por efecto de la marea.



(*)Tengo algo que contarte. Correspondencia entre dos mujeres es una relación epistolar entre una mujer de La Habana y otra de Salt (Girona). La publicación de estas cartas se realiza con el permiso de ellas mismas que han confiando en La Guerrilla Comunicacional su publicación.

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