lunes, 27 de enero de 2020

LA VIDA (YA NO) ES PURA REALIDAD


Apenas cerrada la década de soberanía y revolución que vivió Nicaragua (1979-1989), mientras continuaba pagando el grave pecado de plantarle cara al imperialismo, leí un grafiti en una pared de Managua que sentenciaba que la vida es pura realidad. Imagino que hoy, sólo treinta años después y en plena sociedad líquida, se habría escrito la vida es pura ficción ... pura invención. Porque la pura realidad, según datos actualizados de Naciones Unidas, muestra que de los 7.545 millones de habitantes de la Tierra más de 2.000 sufren inseguridad alimentaria "moderada o severa" y no tienen acceso a medicinas, más de 900 no tienen vivienda o viven en alojamientos precarios y no tienen agua potable, 1.600 no tienen electricidad, 2.500 no tienen sistemas de drenaje o alcantarillas, 770 son analfabetas, 18, la mayoría menores de 5 años, mueren cada año a causa de la pobreza, más de 200 -continuamos hablando de millones- de niños y jóvenes de entre 5 y 17 años trabajan en condiciones cercanas a la esclavitud como soldados, sirvientes o en otros trabajos peligrosos o humillantes, ... en Cataluña, según la Encuesta de condiciones de vida del 2018 publicada por el Idescat, el 21'3% -más de 1 de cada 5- de los 7'5 millones de futuros está en riesgo de exclusión social -el peor porcentaje desde 2004, año de inicio de la estadística- y las mujeres, los inmigrantes y las mayores de 65 años tienen más números de la lotería, la pobreza infantil afecta a cerca de un tercio de los menores ... Lo dejo aquí.




Este fragmento de pura realidad hoy parece pura ficción y viceversa: la realidad explicada por la mayor parte del entorno mediático, educacional y político nos dibuja una Arcadia feliz donde la existencia de presos y exiliados políticos catalanes, por ejemplo, no responde a la represión resultante de la negación del derecho a la autodeterminación de los pueblos sino a la acción de la justicia ante un evidente «golpe de estado» que la modélica democracia española no podía tolerar... los relatos de ficción de nuestra sociedad líquida son la norma y han conseguido la aceptación de la mayoría de la población, de la «audiencia». Y poco a poco, pacientemente pero con mucha eficacia, han configurado una opinión caracterizada por el analfabetismo político. Analfabetismo político entendido, como nos recuerda Paulo Freire, como la concepción ingenua o mágica de las relaciones de la humanidad con el mundo que domina en el pensamiento de estas personas. 

En definitiva, como la incapacidad de una persona, incluso en posesión de másters universitarios de verdad, de hacer una lectura del mundo ajustada a la «pura realidad» del grafiti nicaragüense. La incapacidad de hacerse preguntas y atreverse a pensar las respuestas sin seguir el dictado ciego de mitos y consignas. La incapacidad de entender el valor del compromiso, de la crítica, de la indignación, de la desobediencia y la insumisión, de la lucha transformadora, de la educación de la esperanza, y de tantas y tantas compañeras de viaje que hacen de nosotros personas humanas, es decir -vuelvo a Freire- una "presencia" en el mundo, unos seres de acción y reflexión sobre el mundo. Y, sobre todo, la incapacidad de huir de la resignación, la impotencia o la desesperanza a la hora de enfrentar los retos que genera la irracionalidad de una «pura realidad» alienante y aparentemente todopoderosa que trabaja siempre en favor de los poderosos, de los opresores.




Que el trabajo hecho hasta hoy, mucho y diverso, nos estimule a continuar la lucha contra el analfabetismo político fomentando la educación crítica y el pensamiento propio, la difusión de los Derechos Humanos, todos y para todos y la lucha por la igualdad de derechos, la recuperación de la memoria histórica, la generación de conciencia ecológica y la desocultación de la realidad de las mujeres y de las oprimidas todas. Sólo así, la vida empezará a dejar de ser una pura invención aguantada por el analfabetismo político. Una pura barbarie.


Sebas Parra
La Guerrilla Comunicacional