lunes, 20 de abril de 2020

DÍAS DE...


Días de pasar el rato. Días de curiosidad. Días de aburrimiento. Días de confinamiento.......

En uno de estos días tuve la suerte de descubrir a un escritor, interesante por sí mismo pero, sobre todo, por un cuento breve que enseguida pensé que debía compartir (aunque posiblemente muchas de vosotras ya lo conocereis). Pero vayamos por partes:

Rafael Barrett Álvarez de Toledo, nació en Torrelavega (Cantabria) en 1876, y murió en Arcachon (Francia) en 1910. Hijo de un británico y de una española descendiente de la vieja nobleza, gozó de una exquisita educación; se mezcló con la bohemia madrileña, y tuvo que exiliarse —primero a Argentina y después a Paraguay— tras un incidente, ya legendario, en el que azotó públicamente al duque de Arión. Hombre de una extrema sensibilidad y poseedor de una inmensa cultura, fue un escritor y periodista anarquista que en apenas siete años produjo una obra considerable (El dolor paraguayo. Montevideo, O.M. Bertani, 1911. Mirando vivir. Montevideo, O. M. Bertani, 1912. o Al margen. Montevideo, O. M. Bertani, 1912 entre otras...)


Rafael Barret Álvarez de Toledo

Sudamérica supuso para él una gran transformación no sólo por la miseria que le tocó vivir sino también por las persecuciones que padeció por su ideología. Allí manifestó su anarquismo («Anarquista, dice, es el que cree posible vivir sin el principio de autoridad»), pero pronto su salud se resiente (tuberculoso a los treinta y cuatro años) y retorna a Europa con la esperanza de una curación que nunca llegará. 




Este es su cuento : “Gallinas”

“Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.

La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. 

Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas al intruso, pero mis gallinas saltaban el cerco y pusieron sus huevos en la casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté a uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.

¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí.

Antes era un hombre. Ahora soy un propietario…”

(Extraído del libro “Cuentos Anarquistas de América Latina” de Editorial Eleuterio, 2015. Publicado en El Nacional, 5 de julio 1910.
Fuente: Periódico Anarquista: La Boina.)




Días de reflexión, de lectura, días de...............

Carles Estríngana
La Guerrilla Comunicacional

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