lunes, 9 de noviembre de 2020

ENTRE ESCUCHAR Y OíR

 

Pisar el freno y relentizar las idas y venidas apresuradas de nuestro día a día para poder contemplar y analizar en silencio lo que nos rodea es una tarea imprescindible para una misma. Pero preocupada caminando entre los vocablos escucharnos y oirnos pienso cuántas veces hemos callado a quien intentaba explicarnos algo interrumpiéndola con nuestra opinión sobre ese mismo tema, acallando así sus palabras. Hay males contagiosos entre los humanos que nos distancian cada vez más, y uno de ellos es el no saber escuchar, porque en la gran mayoría de las ocasiones solo mantenemos la actitud de oir.


Encapsularnos en nosotros mismos no es una actitud que ayude a avanzar en la batalla para trabajar por los cambios sociales, cambios que se hacen cada día más urgentes y necesarios. Encapsular ha pasado a formar parte de mi vocabulario diario porque es la similitud que encuentro entre el comportamiento de la gran mayoría de la gente y dicha palabra. Según el diccionario de la R.A.E. significa meter en cápsula o cápsulas, y cápsula, en sus diferentes acepciones, siempre está relacionada con envoltura, cubierta o membrana. Encapsular equivaldría a una acción de protejer o de protejerse de algo externo. Y así es como observo el comportamiento actual del ser humano: protegerse individualmente ante cualquier factor externo que vaya a dañarle, tanto fisica como psíquicamente. De todo ello deduzco que la actitud de encapsularnos aumenta la falta de capacidad en saber escuchar.

Y para rematar el asunto, hemos tropezado con un virus amenazador para el ser humano que según dicen los expertos la mejor manera de combatirlo es mediante el aislamiento y el distanciamiento, para así evitar su contagio y propagación. Pienso que este virus no ha llegado en el mejor momento para nosotros, en un tiempo donde se manifiesta de manera evidente nuestra incapacidad de relacionarnos, fuera de las fiestas y encuentros familiares, un tiempo por tanto mucho más difícil para poder analizar y cuestionarnos colectivamente, socialmente, el porqué y el qué hacer con nuestras vidas.

Eso sí, hay que reconocer que el virus ha ayudado a evidenciar la vulnerabilidad del sistema capitalista que nos ha hecho creer en una sociedad intocable y perfecta, en el horizonte del final de la historia, y aquel que aun no se ha percatado creo que no solo no sabe escuchar sino que además está totalmente ciego. Pues hace ya tiempo que somos marionetas manejadas por el capital, con una obediencia absoluta a todo aquello que nos amenaza con perder un bienestar fantasmagórico que nos hace creer ser dueños de mucho por el simple hecho de tener un trabajo, aunque sea precario, y llegar a final de mes, aunque sea tirando de la targeta de crédito, y de poder pensar que siempre hay quien se encuentra en una situación peor que la de uno mismo.

Es sorprendente si analizamos la situación en la que muchos de nosotros nos hemos visto obligados a dejar de trabajar para pasar a formar parte de los llamados ERTOs, un periodo de precariedad económica al que se han visto afectadas tantas familias. Todos sabemos que mientras el gobierno ha otorgado ayudas económicas a las empresas durante este periodo nosotros hemos sido obligados a dejar nuestros trabajos y las empresas han dejado de pagar las cuotas a la seguridad social en un 100% inicialmente, pero en cambio los trabajadores han visto reducido su salario habitual en un 30%. En este mismo momento el gobierno tenía que haber ampliado las medidas de ayuda: primero para garantizar el 100% de los salarios y en segundo lugar exhonerando de los pagos de los recibos de luz, agua, gas, teléfono, etc. Y ¿por qué no se lo han planteado? Será porque las empresas encargadas de suministrarnos estos servicios básicos son privadas y muy influyentes, o bién será porque los políticos pensantes no pagan dichos servicios básicos, como me decían de pequeña "cuando te pongas en el lugar de la otra persona serás capáz de entederla". Entonces quizás en este momento podríamos pensar que si estos servicios básicos hubieran sido públicos y no privados, es decir gestionados directamente por el Estado habría sido más fácil todo. Por eso, ahora, podríamos estar de acuerdo con aquellos que pensábamos que eran unos locos cuando pedían a voces que estos servicios esenciales para una vida digna fueran públicos y no privados.


A la llegada del otoño, precioso por sus colores y sus formas, de nuevo el virus incontrolable está presente, y después de una tregua durante los meses de verano se ha dispuesto a atacar de nuevo, tal y como nos los adviertieron los expertos en su día. Entonces si ya lo preveian, ¿por qué no se ha mejorado en las carencias sanitarias que experimentaron en la primera fase del virus? Si comparamos, en nuestros trabajos cuando surge un problema de gestión de cualquier tipo en seguida se nos exige una solución para corregir y prevenir futuros problemas. Claramente nuestros gobernantes no se han tomado el trabajo en serio y no han sabido hacer los deberes que les correspondían.

La sanidad pública tiene que ser una garantía universal, por y para toda la población, no nos dejemos comprar a cualquier precio, nos están vendiendo la moto con los anuncios publicitarios de la compañías privadas de servicios médicos que se anuncian cada vez más en las diferentes cadenas televisivas, haciéndonos creer que son ellos los que velarán por nuestra salud y la de los nuestros. Tengamos presente que aunque contratemos este tipo de servicios médicos a una compañía privada esta será aun más precaria que la pública, porque ante una enfermedad larga que comporte un tratamiento prolongado, seguramente este estará limitado en el tiempo y te dejarán abandonado o precariamente atendido llegado el momento. Por eso nuestra lucha está en defender una sanidad pública, universal y que garantice una sociedad saludable.

Escucharnos. Escuchar. Para pensar con más criterio y luchar con más argumentos por el mundo que soñamos.

 

Lola López

La Guerrilla Comunicacional 

 

 

 


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