lunes, 1 de junio de 2020

PARA ESTE VIAJE NO NECESITÁBAMOS ALFORJAS


Estimado Covid19,

Te escribo desde la confianza mutua que hemos adquirido durante estos últimos meses, en los que acabamos representando un esperpéntico y desalmado juego en el que tú intentas atraparnos y nosotros tratamos de darte esquinazo. Está siendo un juego desigual de fuerzas; tú has demostrado ser mucho más numeroso, más rápido y más hábil jugando con el factor sorpresa. Nosotros vamos a remolque de tus andadas, escondiéndonos y poniéndote obstáculos, pero viendo cómo te has ensañado con los que han quedado fuera del escondite, que no son los más despistados, ni los más lentos, ni los más torpes, sino los más vulnerables.


Aly Song. Reuters


Este perverso juego, del que claramente estamos saliendo perdedores, nos está dejando un paisaje extraño, y lo que es peor, un horizonte incierto. Nos has sacado los colores poniendo al descubierto asuntos que ya casi se daban como normales, pero que ahora vemos que quizás no lo son. Y quizás sea la parte del juego de la que podremos sacar provecho, remendar errores. Te puedo contar algunos y verás que en el fondo nos serás de ayuda.


Dibujo del artista iraní Alireza Pakdel


Nada más llegar tú, nos quedamos sin mascarillas quirúrgicas ni equipos de protección. Nos obligaste a usar tantas de golpe que no pudimos responderte. Hace tiempo que aquí decidimos que los tejidos (desde las camisetas y calzoncillos hasta las vestimentas médicas, pasando por todo el abanico textil), nos lo fabricarían otros países. No porque fuésemos incapaces o nos diera pereza, sino porque salía más barato. Poco o nada nos importan los porqués y las consecuencias de ese abaratamiento, o si las trabajadoras que lo producen tienen unas condiciones laborales y de vida dignas, o si transportarlo hasta aquí contribuye a una contaminación desorbitada. Es más barato y punto. Ahora nos encontramos que en un país como el nuestro, que es  capaz de producir armas para que medio mundo mate al otro medio, no lo es para producir estas mascarillas y equipos. Tuvimos que sacar el baúl de los retales de la abuela y hacerlas como manualidades en casa para descargar un poco la demanda, y de paso demostrar que los tejidos sociales y solidarios funcionan mucho más rápida y eficazmente que los institucionales.  Igual nos tenemos que repensar que eso de atender a criterios exclusivamente economicistas de los grandes capitales, no es el camino para estimular la economía propia. 


Abuela transforma sujetadores en mascarillas. Ruptly


Nos has abocado a la evidencia también de ver y saber qué papel juega la tierra, campesinos y pecuarios en nuestras vidas. Te recuerdo que por tu culpa, decidieron encerrarnos en casa durante dos meses. Tras los primeros momentos de pánico por si se acababa el mundo, lo que se acabó fue el papel de váter, conservas, levaduras y harinas varias; no acabando de saber muy bien la relación exacta entre todos ellos. No sé si todos los panaderos amateur provocaban con sus masas-madres demasiadas visitas al wc, o de tanto garbanzo y atún enlatado hubo crudos restreñimientos, el caso es que fueron productos difíciles de encontrar durante un tiempo. Pero lo que no faltó nunca fueron los productos de la tierra, que a pesar tuyo, no descansa. Los vecinos agricultores siguieron plantando y recogiendo, los vecinos ganados seguían pariendo y dando leche, nuestros pescadores seguían proporcionándonos pescado,… Vimos cómo todo lo próximo estaba activo para alimentarnos en nuestros refugios. Nuestras neveras se podían llenar de máxima calidad sin echar de menos todo lo que hasta ahora nos llegaba del otro lado del mundo y que pensábamos imprescindible. Igual también debemos repensarnos nuestro consumo, nuestros canales de comercio alimentario e impulsar ya de una vez lo más próximo.

Por tu culpa, lo de quedarnos en casa paró el mundo, y con él un montón de economías precarias desembocaron directamente en la miseria. De golpe salió a la luz la cantidad de personas pobres sin trabajo; con trabajo pero pobres igualmente; niños dependientes de la comida principal en la escuela; alquileres abusivos que no se pueden pagar;…Nuevamente las redes de soporte social responden como pueden a esta angustia colectiva, respondiendo a la demanda de comida y alojamiento, triplicada en pocos días, de gentes que hasta entonces llevaban una vida “normal”. Igual aquí nos llega otro repensar sobre si esta “normalidad” es de recibo. Se vuelven a oír vocecitas sobre la renta básica universal, esa cosa que siempre acaban aparcando bajo los mil y un pretextos, y que ahora tú nos lo pones en bandeja para tomarlo en serio.

Nos dejaste encerrados a los niños dos meses, acordando que harían los deberes on-line, con los maestros como locos inventando cómo llegar por una pantallita a sus alumnos. Parecía hasta divertido, hasta que se puso de manifiesto la brecha digital que tenemos (que no es otra que la brecha que labra la pobreza), y resultó que no todos los niños podían tener a su maestro en la pantalla porque no tenían pantalla por la que pudiera salir. Otro fiasco social sobre el que repensar. Y  ahora que se intenta volver al cole, resulta que tienen que estar a 2 metros unos de otros. ¿Por qué no envías alguna señal, en forma científica si es posible, que sugiera que eso es una barbaridad? Que la única posibilidad de evitar que se toquen, jueguen, se intercambien los mocos y se abracen es metiéndolos a cada uno en una jaula, y francamente, no lo veo.


Así vuelven las niñas y niños a las aulas en China. La Voz.


Tu pérfida forma de vida, que necesita de otro al que invadir para sobrevivir tú, te llevó al blanco fácil de los ancianos. Te ensañaste con ellos, y detrás de ti descubrimos el mundo de sus residencias, en donde miles de ellos viven sus últimos tiempos. No todo lo que hallamos nos gustó. Al lado de las muy dignas encontramos también indecentes empresas privadas lucrándose con el cuidado de estas personas. Y tener ganancias en estos temas, suele tener siempre la misma parte damnificada, los usuarios. Igual deberemos repensarnos también  cómo dejar de ser un negocio el confort y la dignidad de nuestros abuelos.

Tú no te das cuenta, pero con tus ansias de expansión has sacado los trapos sucios de este sistema, que intentábamos obviar con o sin querer, y tú de golpe, diminuto e invisible enemigo,  lo pones patas arriba. Nos has puesto muchos deberes que hacer sobre asignaturas que ya arrastramos suspendidas desde hace mucho tiempo. Somos pésimos alumnos, repetidores y renuentes. Si ahora no aprovechamos este examen de repesca que nos propones, si no somos capaces de cambiar el sistema de  producción y comercio próximo; de modificar el atroz mercado de la vivienda; de procurar un ingreso a cada persona que la aleje de la miseria y la exclusión del sistema y la pobreza infantil… Si todos estos temas que nos has dejado sobre la mesa los volvemos a guardar tal cual en nuestra cartera de “normalidad”; como dirían los ancianos de mi pueblo: para este viaje, no necesitábamos alforjas.

Me despido de ti, espero que hasta nunca, renegando por todo el mal que has hecho, pero reconociéndote el desafío que nos brindas.


Pilar Parra
La Guerrilla Comunicacional




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